Tratamiento Cognitivo-conductual de la enfermedad de Alzheimer
En la Residencia de Retiro Juan Pablo II (RRJPII), Residencia especializada en trastornos neurodegenerativos sabemos que el tratamiento Cognitivo-conductual de un enfermo de Alzheimer puede (y debe) afrontarse considerando las fases claves de la enfermedad (inicial, moderada y grave) y desde distintas aproximaciones interdisciplinares: médica, neurológica y psicosocial, por lo que te compartimos las intervenciones mas importantes:
En las fases iniciales en la que los síntomas más evidentes son de carácter mnésico y conductual, el objetivo prioritario es el de potenciar las funciones mantenidas y aportar herramientas y recursos al enfermo que le ayuden a confrontar los primeros déficits detectados. Por consiguiente, resulta fundamental incluir al paciente en sesiones individuales o grupales de estimulación cognitiva que traten y potencien especialmente los procesos cognitivos básicos: atención, concentración y memoria, al tiempo que se tratan las consecuencias conductuales y familiares derivadas de este trastorno y que, en la mayoría de los casos, puede estar afectando a la correcta aceptación y adaptación a la enfermedad.
Por otra parte, los trastornos emocionales y, en concreto, los cuadros depresivos suelen ser igualmente definitorios de este primer estadio de la enfermedad. Así pues, los enfermos pueden presentar agitación, alteraciones del sueño, anorexia, bulimia o, incluso, ideación suicida e intentos autolíticos.
El afrontamiento de dichas alteraciones emocionales debe perseguir tres objetivos fundamentales: el mantenimiento de las rutinas diarias que eviten al paciente la vivencia de “ruptura existencial” propia de la enfermedad, la búsqueda de refuerzos efectivos que ,en combinación con un adecuado tratamiento farmacológico, permitan a la persona la experimentación de sensaciones psicológicas y fisiológicas placenteras y , por supuesto, la progresiva aceptación de la enfermedad evitando en todo momento su interpretación fatalista y potenciando la percepción de control y autoeficacia del paciente que por lo general es un adulto mayor.
En la fase moderada de la enfermedad, en la que los déficits se han agravado considerablemente y pueden estar afectando significativamente a funciones de reconocimiento, memoria diferida , orientación temporoespacial, lenguaje espontáneo y pensamiento abstracto ( además de otras habilidades motoras y de autogobierno ) la finalidad fundamental será la de tratar de paliar en la medida de lo posible las alteraciones detectadas y , a la vez, potenciar los recursos cognitivos y funcionales aún preservados por el paciente.
Centrándonos en este primer punto y partiendo de las principales alteraciones previamente citadas, cabría destacar las siguientes aproximaciones terapéuticas para su afrontamiento:
Ante los cuadros afásicos (caracterizados por la perseveración en los errores, los neologismos o las respuestas automáticas y estereotipadas) resulta muy útil la aplicación de la terapia lingüística que, además de atender a las dificultades propias de la emisión del habla, pueden ayudar al paciente en la mejora de la anomía así como a aportar coherencia y concisión al discurso.
Por otra parte, en lo referente a los procesos confusionales y las alteraciones mnésicas retrógradas, se hace uso de estrategias específicas como son la terapia de orientación a la realidad o los ejercicios de reminiscencia para la evocación de eventos autobiográficos pasados y el mantenimiento de cierto grado de conciencia personal, espacial y temporal.
Finalmente, en lo que atañe a las alteraciones emocionales, cabe puntualizar que en esta fase puede surgir un aumento de la hiperactividad y la ansiedad que derive en síntomas psicóticos como son las alucinaciones y los delirios. Por ello es especialmente relevante el mantenimiento de los espacios, pautas y rutinas diarias del paciente (minimizando así el efecto de los factores estresores que dificulten su estabilidad emocional y aumenten la desorientación) así como la administración de un tratamiento farmacológico adecuado y adaptado a las características del paciente (esto es, que confronte la sintomatología anteriormente descrita sin redundar por ello en un empobrecimiento de su capacidad cognitiva, motora o funcional)
Por último, una vez alcanzada la fase avanzada del trastorno, donde todas las funciones del paciente han resultado significativamente alteradas (esto es, pérdida de movilidad y masa muscular, afectación severa del lenguaje y la comprensión, dependencia total para la realización de actividades de la vida diaria y escaso o nulo comportamiento social) las intervenciones psicoterapéuticas resultan mucho más limitadas y se basan esencialmente en la estimulación multisensorial de la persona afecta.