16 de septiembre: Día internacional de la Cardiología Intervencionista.

La cardiología intervencionista es una subespecialidad de la cardiología que aborda las enfermedades cardíacas mediante procedimientos que son mínimamente invasivos.
El enfoque de la cardiología intervencionista está en el uso de procedimientos percutáneos, esto significa a través de la piel, que permiten tratar algunas enfermedades del corazón. Comúnmente estos procedimientos se realizan en las salas de cateterismo cardíaco con el apoyo de imágenes en tiempo real para permitir al cardiólogo realizar estas acciones.
Las enfermedades cardiovasculares en adultos mayores son una de las principales causas de hospitalización y mortalidad en esta etapa de la vida. El paso del tiempo produce cambios en la estructura del corazón y los vasos sanguíneos, lo que aumenta la probabilidad de sufrir distintos tipos de cardiopatías. Reconocer los síntomas a tiempo y seguir unas pautas adecuadas puede marcar la diferencia en la calidad de vida.
A medida que se envejece, el sistema cardiovascular experimenta un deterioro progresivo que puede derivar en diversas patologías cardíacas. Algunas son crónicas y requieren seguimiento constante, mientras que otras pueden desencadenarse de forma aguda.
La cardiopatía isquémica, también llamada enfermedad coronaria, aparece cuando las arterias que nutren al corazón se estrechan o bloquean, normalmente por acumulación de placas de colesterol. Esto limita el flujo sanguíneo y puede causar angina de pecho o infarto de miocardio, ambos más frecuentes en adultos mayores.
En esta etapa, los síntomas pueden ser más leves o atípicos: fatiga, dificultad para respirar o confusión en lugar de dolor torácico clásico. Por eso, un diagnóstico precoz es clave.
La insuficiencia cardíaca ocurre cuando el corazón no es capaz de bombear sangre de forma eficiente. Es una de las cardiopatías más habituales en los adultos mayores y puede derivarse de otras enfermedades previas como hipertensión o infarto.
Los principales signos son edemas en las piernas, fatiga constante, tos nocturna y dificultad para respirar incluso en reposo. El tratamiento combina fármacos, control dietético y cambios en el estilo de vida.
Además de las enfermedades más comunes, existen cardiopatías en adultos mayores que presentan características especiales por la edad, tanto por la forma en la que se manifiestan como por su evolución y tratamiento.
Las arritmias cardíacas, especialmente la fibrilación auricular, son frecuentes en adultos mayores. Se trata de alteraciones en el ritmo del corazón, que puede volverse muy rápido, lento o irregular.
Aunque no siempre generan síntomas, muchas veces provocan palpitaciones, mareo, debilidad o pérdida de conocimiento. También aumentan el riesgo de ictus. Su tratamiento puede incluir medicación, control del ritmo o procedimientos como la cardioversión.
En la Residencia de Retiro Juan Pablo II (RRJPII), Residencia especializada en trastornos neurodegenerativos, sabemos que prevenir y controlar las cardiopatías en adultos mayores es posible con un enfoque activo y continuado y aunque el envejecimiento aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, adoptar hábitos saludables y seguir controles médicos periódicos puede frenar su avance, reducir complicaciones y mejorar la calidad de vida del paciente.
El primer paso en la prevención es adquirir rutinas sostenibles que protejan el corazón. Las recomendaciones incluyen:
- Llevar una alimentación cardiosaludable basada en la dieta mediterránea: frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, pescado azul y aceite de oliva. Es importante limitar el consumo de sal, azúcares añadidos y alimentos ultraprocesados.
- Realizar actividad física moderada de forma regular, siempre adaptada a las capacidades de la persona. Caminar a diario, hacer ejercicios suaves o participar en actividades dirigidas en centros especializados puede mejorar la función cardíaca y reducir el sedentarismo, muy común en la tercera edad.
- Evitar hábitos tóxicos, como el consumo de tabaco y el abuso de alcohol. Estas sustancias alteran la presión arterial, elevan el riesgo de arritmias y favorecen la aparición de enfermedades arteriales.
- Dormir adecuadamente y cuidar la salud emocional. El estrés crónico, la ansiedad o la depresión también impactan en la salud cardiovascular. Mantener una rutina, participar en actividades sociales y recibir apoyo psicológico puede ser de gran ayuda.
Estos cambios son especialmente eficaces cuando se combinan con un control adecuado de los factores de riesgo ya presentes, como la hipertensión arterial, la diabetes tipo 2 o la hipercolesterolemia.
El sistema cardiovascular puede deteriorarse de forma silenciosa, sin síntomas evidentes. Por eso, las revisiones médicas periódicas son una herramienta clave tanto en prevención como en el control de las patologías diagnosticadas.
A través de analíticas, electrocardiogramas, ecografías cardíacas o pruebas de esfuerzo, los especialistas pueden:
- Detectar a tiempo alteraciones en la presión arterial, los niveles de glucosa o colesterol.
- Valorar la evolución de enfermedades cardíacas ya diagnosticadas.
- Ajustar el tratamiento farmacológico de forma individualizada.
- Identificar signos de descompensación o necesidad de rehabilitación cardiaca.
En adultos mayores, el seguimiento debe adaptarse a su nivel de autonomía, patologías asociadas y posibles efectos secundarios de los tratamientos.
