De la necesidad de abordar la Ansiedad y la Depresión como Síndromes Neuro conductuales progresivos #15: ¿Porqué es incorrecto decir que la depresión y la ansiedad son enfermedades?
La perspectiva que tenemos sobre la Depresión y Ansiedad es esencialmente el principal problema de estas dos entidades, tanto los síntomas depresivos como los ansiosos, han recibido únicamente connotaciones negativas, y estas connotaciones son las que han provocado que este grupo de síntomas sigan siendo un problema mayor de Salud pública.
El llamar enfermedades a la depresión y a la ansiedad es lo que esta mal en el planteamiento de una verdadera atención a estos fenómenos, es un error clasificarlos como enfermedades porque estas engloban demasiados síntomas que ignoran las múltiples causas y abren con facilidad la puerta de las soluciones rápidas –las pastillas y las terapias basadas en “pensar positivamente”–. Como si la despreocupación fuera un derecho humano, la actualidad exige erradicar cualquier actitud que atente contra la productividad y contra la noción de “estar bien todo el tiempo”, sin atender la realidad subjetiva detrás del comportamiento depresivo y ansioso ni la realidad biológica de estos síndromes neurocondcutuales. El problema más importante de las formas contemporáneas de lidiar con la depresión y la ansiedad es que se pretende deslegitimar los síntomas, en lugar de indagar su verdad subyacente.
Comenzando con la conducta “depresiva”, desde 1917, debido a un trabajo clásico del Neurólogo Sigmund Freud- Duelo y melancolía- en donde Freud explica los procesos mediante los cuales las personas no buscamos renunciar a un objeto perdido sino restaurar sus vínculos con él, tenemos la idea de la depresión como una respuesta a este “objeto” perdido, pero esta es solo una de las teorías que intentan explicar la conducta, para la depresión es necesario analizar las teorías psicoanalíticas tradicionales, las contemporáneas, las sociales, las biológicas y además se debe tomar en cuenta la dimensión pública de lo que ocurre cuando existe una pérdida real, como un proceso de duelo, ya que nadie es capaz de vivir su sufrimiento de manera aislada.
Casi 60 años nos separan del momento en que el concepto “ansiedad” es introducido en la literatura psicológica. Tal aportación se debe una vez mas a Sigmund Freud, con la publicación de su trabajo “Angst”, pero esta vez también a su editor que tradujo este término alemán por el equivalente inglés, “Anxiety”. Desde entonces, la gran profusión de investigaciones y publicaciones en torno al tema, desiguales en cuanto a la rigurosidad de su método, ha aportado tanta luz como oscuridad sobre este concepto.
Dichas investigaciones se han desarrollado a lo largo de la historia con dos problemas fundamentales: la ambigüedad conceptual del constructo de ansiedad y las dificultades metodológicas para abordarlo. Estos problemas dieron lugar a que las distintas corrientes psicológicas (psicodinámica, humanista, existencial, conductista, psicométrica y, las más recientes, cognitiva y cognitivo-conductual) se ocuparan del abordaje de la ansiedad y de las similitudes y diferencias con otros conceptos, dada la gran confusión terminológica con la angustia, el estrés, temor, miedo, tensión, arousal, entre otros. Esta confusión conceptual ha sido objeto de diversos estudios, sin embargo, en la práctica actual dichos términos se siguen utilizando indistinta e incorrectamente.