De la necesidad de abordar la Ansiedad y la Depresión como Síndromes Neuro conductuales progresivos #4: Definición clásica médica de depresión.
Aunque la depresión se conoce desde hace cerca de 2000 años (los escritos de Hipócrates describen la melancolía), la incertidumbre respecto a su estado médico persiste. ¿Es la depresión un estado patológico (concepto Kraepeliniano) o un tipo de reacción psicológica (concepto meyeriano)? En otras palabras, ¿es básicamente un trastorno biológico o una respuesta a la tensión psicosocial que una persona no puede afrontar? Estos dos conceptos distintos no son irreconciliables. Una posición ecléctica es que ambos son correctos, es decir, que existen dos formas básicas de depresión: Exógena y endógena.
Las depresiones exógenas (o reactivas) tienen una causa externa franca, como la pérdida de un ser amado, la posición social, o una enfermedad incapacitante o que pone en peligro la vida. En este marco la aflicción ejemplificaría una depresión reactiva o exógena. En contraste, las depresiones endógenas no tienen una causa externa manifiesta; parecen ocurrir en individuos susceptibles como una respuesta a alguna alteración biológica no identificada. Con respecto a la depresión endógena y la psicosis maniaco-depresiva, los datos genéticos y neuroquímicos se inclinan en favor del concepto Kraepeliniano de estado patológico.
No obstante, un concepto arcaico y limitante persiste, quizá perpetuado por algunos psiquiatras orientados por el proceso, de que los sucesos de la vida personal de cada individuo, ya sea distantes o actuales, subyacen a ambos tipos de enfermedad depresiva. Una consecuencia desafortunada de este enfoque es asumir que la incapacidad para enfrentar estos tipos de estrés representa una deficiencia personal de clase y puede inhibir la aceptación de ayuda psiquiátrica.
Son pocas las personas que no experimentan periodos de desánimo y desesperación. Como con el nerviosismo, la irritabilidad y la ansiedad, la depresión del humor que es apropiada para una situación determinada de la vida rara vez es un motivo de preocupación médica. En estas situaciones las personas tienden a buscar ayuda sólo cuando su pesar o su infelicidad son persistentes y salen de su control. Sin embargo, en numerosos casos los síntomas de depresión se afirman por sí mismos por motivos que no son evidentes.
Con frecuencia los síntomas se interpretan como enfermedad médica y hacen llegar al paciente primero con un médico general o con un internista. A veces se encuentra otra enfermedad (como hepatitis crónica u otra infección o astenia posinfecciosa) en la que la fatiga crónica se confunde con depresión; pero más a menudo ocurre lo contrario, es decir, el problema esencial es una depresión endógena que mantiene al cuerpo en un circulo patológico que lo lleva a mantener su sistema inmune susceptible de infecciones y otras afecciones a la salud en general. Aunado a esto, como el riesgo de suicido no es menospreciable en el paciente deprimido, un error en el diagnóstico podría poner en peligro su vida.
¿Cómo entonces podemos detectar, diagnosticar y tratar la depresión si no sabemos reconocer sus verdaderos signos, sus verdaderos síntomas? En la siguiente entrada escribiré sobre la definición de depresión con base en la neurología conductual.