¿Qué es la memoria y qué hacer para mantenerla sana durante el envejecimiento?

La memoria es un conjunto de facultades o habilidades que nos conecta con nuestra historia interna, es mucho más que un simple almacén de recuerdos. Es la esencia de nuestra identidad, la base de nuestro aprendizaje y la herramienta que nos permite reconocer la realidad.
En términos generales, es la capacidad del cerebro para codificar, almacenar y recuperar información. Pero no se trata de un sistema único, sino de un conjunto de sistemas interconectados, cada uno con su función específica:
Memoria sensorial. Es el primer contacto con el mundo exterior. Registra brevemente la información que recibimos a través de nuestros sentidos: imágenes, sonidos, olores, sabores y texturas. Esta memoria es fugaz, dura apenas unos segundos, pero es crucial para filtrar la información relevante y pasarla a la siguiente etapa.
Memoria a corto plazo (o memoria de trabajo). Es el espacio donde retenemos la información que necesitamos para tareas inmediatas. Por ejemplo, recordar un número de teléfono mientras lo marcamos o seguir las instrucciones de una receta. Esta memoria es limitada, tanto en capacidad como en duración, y solo puede almacenar unos pocos elementos durante unos segundos o minutos.
Memoria a largo plazo: Es el almacén de nuestros recuerdos permanentes. Aquí se guarda la información que hemos considerado importante o significativa, desde los recuerdos de la infancia hasta los conocimientos adquiridos en la escuela o el trabajo.
La memoria a largo plazo se divide a su vez en memoria explícita o declarativa (que almacena recuerdos conscientes de hechos y eventos) y memoria implícita o no declarativa (que guarda recuerdos inconscientes de habilidades y hábitos, como andar en bicicleta o tocar un instrumento musical). Dentro de la memoria explicita, encontramos la memoria episódica (recuerdos de experiencias personales) y la memoria semántica (conocimiento general sobre el mundo).
A medida que nos hacemos mayores, es normal experimentar algunos cambios en la memoria. No significa necesariamente que estemos perdiendo la memoria, sino que nuestro cerebro está funcionando de manera diferente. Cuando seamos adultos mayores es posible que necesitemos más tiempo para recordar información, que nuestros recuerdos sean menos precisos, que nos cueste realizar múltiples tareas simultáneamente o que nos distraigamos más fácilmente con información irrelevante.
Sin embargo, es importante recordar que cada persona es única y que el envejecimiento afecta a cada cerebro de manera diferente. Si tienes inquietudes sobre tu memoria, lo recomendable es consultar con tu médico neurólogo.
En la Residencia de Retiro Juan Pablo II (RRJPII), Residencia especializada en trastornos neurodegenerativos, sabemos de la importancia de conservar la memoria lo mejor posible para alcanzar una vejez exitosa por lo que te presentamos sencillos consejos para mantener estas habilidades estimuladas en todo momento.
Antes de mencionar las estrategias para mejorar la memoria debemos recordar que los factores que afectan a la memoria, tanto en personas jovenes, personas adultas y adultos mayores son: el envejecimiento natural del cerebro relacionado con la edad, el estilo de vida (estrés, falta de sueño, mala alimentación, sedentarismo, etcétera) y ciertas condiciones médicas y medicamentos.
Por otro lado, aquí te presentamos sencillos consejos para estimular y mejorar la memoria:
• Ejercicio físico: La actividad física regular mejora el flujo sanguíneo al cerebro.
• Alimentación saludable: Una dieta saludable y adecuada a su estado general beneficia la salud cerebral.
• Sueño reparador: Dormir lo suficiente es esencial para la consolidación de la memoria.
• Estimulación cognitiva: Un programa personalizado de entrenamiento cognitivo compuesto por juegos de memoria, crucigramas, lectura y aprendizaje de nuevas habilidades mantienen el cerebro activo y mejoran la confianza en nosotros mismos.
En los adultos mayores también es crucial implementar estrategias de afrontamiento para mitigar el impacto emocional del deterioro de la memoria. Hablar con familiares, amigos o un terapeuta nos ayuda a procesar las emociones y a encontrar estrategias para afrontar la situación. Además, mantenerse conectado con los demás puede ayudar a reducir el aislamiento y mejorar el estado de ánimo.
La meditación, el yoga o la respiración profunda pueden ayudar a reducir la ansiedad y el estrés y los profesionales de la salud mental pueden proporcionar terapia y apoyo para afrontar los desafíos emocionales asociados con el deterioro de la memoria.
