De la necesidad de abordar la Ansiedad y la Depresión como Síndromes Neuro conductuales progresivos #6: Síntomas clásicos Depresivos que resultan tardíos al momento de diagnosticar y tratar la Depresión.
Como toda enfermedad, la atención a la depresión depende no solo de la respuesta socialmente organizada, expresada en las modalidades específicas que dan los sistemas de salud en un momento determinado de su desarrollo, sino también de la representación social que los individuos y, por ende, la sociedad se hace de la depresión, sus manifestaciones y consecuencias. En muchos países, quien sufre depresión, sufre también un estigma social y debido a esto es que muchas veces los pacientes acuden a buscar ayuda cuando sus síntomas ya son muchos y muy avanzados.
La depresión provoca un nivel de angustia entre quienes la padecen que puede afectar su capacidad para realizar las tareas cotidianas, incluso las más simples. Daña en forma significativa las relaciones con la familia, los amigos y la participación en el mundo laboral, con el consiguiente impacto económico y social. Según la cantidad e intensidad de los síntomas, la depresión puede clasificarse como leve, moderada o grave. El riesgo extremo de la depresión, cómo he mencionado antes, es el suicidio.
Del paciente y sus familiares se averigua que el paciente “se ha sentido mal”, “tiene bajo el espíritu o el ánimo”, “esta triste”, “se ve melancólico”, “es infeliz”, o “se siente vacío”. Ocurrió un cambio en sus reacciones emocionales del cual quizá el paciente no se percata por completo. Las actividades que antes eran placenteras dejan de serlo. Sin embargo, con frecuencia los cambios en el humor son menos claros que la reducción de la energía psíquica y física, y es este tipo de caso es el que a menudo diagnostican de manera errónea los internistas y los neurólogos. La queja de fatiga es casi invariable; no es raro que sea peor por la mañana, después de una noche de sueño inquieto. El paciente se queja de “pérdida del vigor”, “debilidad”, “falta de energía” y dice “que su trabajo le parece más difícil”. El panorama futuro es pesimista. El individuo se encuentra irritable y preocupado de modo incontrolable por aspectos triviales. La capacidad para pensar con la eficiencia ordinaria se reduce en caso de preocupación excesiva; el paciente se queja de que su mente no funciona bien y que se ha vuelto olvidadizo o incapaz de concentrarse. Si el paciente es desconfiado por naturaleza tenderán a ponerse de manifiesto sus tendencias paranoides.
La tendencia del individuo a la hipocondriasis preocupa en particular. En realidad, la mayor parte de los casos que antes se diagnosticaban como hipocondriasis ahora se consideran depresión. El dolor de cualquier origen, articular, dental, torácico o abdominal lancinante, calambres musculares u otros trastornos como estreñimiento, micción frecuente, insomnio, prurito, ardor de lengua, aumento o baja de peso pueden producir quejas obsesivas. El paciente pasa de un médico a otro en busca de alivio de síntomas que no serían problemas para la persona normal y ningún grado de tranquilización alivia su estado de ánimo. La ansiedad y el humor deprimido de estas personas pueden quedar ocultos por la preocupación respecto a sus funciones viscerales. Cuando se le examina su expresión facial a menudo es desencajada, agobiada, de dolor o de angustia. Su actitud y sus maneras evidencian un estado de humor en el que predominan la tristeza, la desesperanza y el desaliento. Los suspiros son un signo frecuente. En otras palabras, el afecto, que es la expresión exterior de los sentimientos, es compatible con el humor deprimido. Durante la entrevista el paciente suspira a menudo o está lloroso o rompe en lágrimas abiertamente. En algunos se observa cierta clase de inmovilidad de la cara que imita al parkinsonismo, en tanto que otros están inquietos o agitados (caminan sin cesar, empuñan las manos, etc.) En ocasiones el paciente sonríe, pero la sonrisa es más un gesto social que una expresión genuina de los sentimientos. La corriente del habla es lenta. Puede haber pausas prolongadas entre las preguntas y las respuestas. Estas últimas son breves y pueden ser monosilábicas. Hay escasez de ideas. El retraso se extiende a todos los tópicos de conversación y afecta también los movimientos de las extremidades (depresión anérgica). Las formas más extremas de actividad motora disminuida, que se observan rara vez en el consultorio o en la clínica, rayan en la mudez y el estupor. La conversación está repleta de pensamientos pesimistas, temores y expresiones de infelicidad, insuficiencia, inferioridad, desesperanza y en ocasiones remordimientos. En las depresiones graves pueden expresarse ideas extrañas y delirios corporales (“se me está secando la sangre”, “tengo el intestino como si estuviera tapado por cemento”, “estoy medio muerto”).
Una acertada manera de resumir la forma en que el paciente ve el mundo y su realidad es la “Tríada Cognitiva de Beck”: 1) Visión negativa del mundo; 2) Visión negativa de si mismo; 3) Visión negativa sobre el futuro.
Estos síntomas y signos son difíciles de pasar por alto, y de todas maneras el diagnóstico de depresión generalmente llega de manera tardía, y el tratamiento y su pronóstico frustra a los pacientes quienes piensan que su condición no puede mejorar nunca. En la siguiente entrada analizaremos el problema actual de la depresión desde su definición y planteamiento para conocer mejor la naturaleza de este síndrome.